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Nuevas acepciones

Desde hace varios meses he ido experimentando un curioso fenómeno. Las palabras han adquirido nuevos significados, y los sentimientos se han transformado profundamente. A pesar de todos estos cambios, me estoy adaptando perfectamente a ellos porque me hacen feliz. Muy feliz.

Puede parecer extraño, pero un beso ya no es un beso, sino un muxu. Las cenas ya no son cenas, sino exquisitos manjares. Las noches se han convertido en días, porque tú las llenas de luz.

La incertidumbre hacia el futuro permanece ahí, latente, escondida entre mis pensamientos; pero ya no me agobia como antes porque sé que no estoy sola en el tortuoso camino que es la vida. Me está costando desprenderme de otros sentimientos como la vergüenza, pero poco a poco va despareciendo. Y sé que un día sólo será el recuerdo de una molestia que ya no está junto a mí.

Cada viejo miedo es un reto superado. En el último tiempo he superado muchos, muchísimos miedos. Sé que todas esas inseguridades que acechaban mi espalda desde tiempos inmemoriales se están quedando atrás para dar paso a un sentimiento de seguridad en mí misma que hacía tiempo que no experimentaba. Me miro al espejo y sonrío mientras pienso que soy capaz de hacer todo aquello que me proponga.

Las risas inundan mi vida diaria. No hay día que esté junto a ti en el que no me ría. Y sólo eso basta para hacerme sentir afortunada. Tus abrazos y tus besos son el motor de mis días. Mi cuerpo te echa de menos cuando no estás; y cuando estás, no puede evitar acurrucarse junto a ti. Cada vez que mis ojos te miran, mis labios se curvan hacia arriba para mostrar la más sincera de todas las sonrisas. Es una reacción inevitable. Y una caricia tuya es suficiente para hacer que todo mi organismo entre en ebullición.

Los sueños se van tiñendo de realidad. Si quiero, si queremos, los podemos cumplir. Sólo hace falta eso, querer. Y quererse. Así que nos podemos considerar afortunados, porque tenemos todos los ingredientes necesarios para que la receta de nuestros sueños esté para chuparse los dedos. Y pronto, muy pronto, podremos darnos un atracón inmenso de sueños, que son el alimento del alma. Y nos quedaremos saciados hasta encontrar el siguiente sueño que cumplamos.

Yo misma he sufrido un gran cambio. He dejado de llamarme Elo para pasar a llamarme Neska. Tu Neska. Cualquier otra denominación que venga de tus labios suena raro. Porque a tu lado no puedo ser otra cosa, ni tener otro nombre.

Desde hace varios meses, la esperanza tiene nombre propio. La esperanza se llama viajar, sentir, querer. La esperanza se llama Nepal, Donosti, Madrid. La esperanza se llama Javier.

Haciendo balance

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El año pasado dije que no iba a desear un feliz 2013 porque en 2012 lo hice y fue un año de mierda. ¿Y este año? También ha sido un poco mierdero en algunos aspectos; pero si ha tenido algo bueno es que he dejado atrás todas las cosas malas que me trajo el año anterior, que eran muchas. La más importante de todas sin duda ha sido el que mi madre esté bien y haya superado un momento duro. Eso es lo que más feliz me ha podido hacer.

2013 no me ha traído el trabajo que necesito, ni me ha tocado la lotería… En definitiva, no me ha traído nada material. Pero esa frase que dice que «las mejores cosas de la vida no son cosas» es totalmente cierta. 2013 me ha traído a mis Fridas y Kahlos, me ha dado la oportunidad de que lo que escribo llegue a mucha gente, he hecho viajes estupendos con las mejores personas del mundo (Lisboa, Sevilla, Barcelona), he salido todo lo que no había salido en el último tiempo, me he reído mucho, muchísimo… He vivido. Y me he dado cuenta de que soy más fuerte de lo que pensaba y de que puedo sobreponerme a las cosas malas que nos trae la vida. Me he conocido a mí misma mucho mejor.

En este año, mucha gente se ha quedado en el camino; otras personas, muy importantes para mí, están lejos (Bea, Michelle, Elena), pero siempre en mi cabeza, otras están a punto de irse, y otras acaban de llegar y espero que se queden. Y luego están las que siempre han estado, y siempre estarán.

2013 empezó con una tristeza que me invadía desde hacía unos meses y con un viaje reparador a Lisboa con Eloi y Alberto que me llenó de positivismo. ¿Y cómo termina? Digamos que este último mes del año ha sido de lo mejor que me ha pasado en estos 365 días: Fiesta con las mellis y Ofe, Palentinos varios con Vero, reencuentro con Raquel, comida navideña con Cristian, Iván y Ana; sesión de cine con Rub, costreo en casa con Elena, cena navideña con mis Fridas, risas con mi familia y hoy, una fiesta con los de siempre, Letis, Esther, Isa, Richard… Y un último domingo del año en el que me lo pasé como hacía tiempo que no me lo pasaba :-)

Así que este año tampoco os voy a desear un feliz 2014. Os voy a desear un 2014 lleno de risas, viajes, cervezas con la gente que os importa, conversaciones por skype con esa persona que está lejos, postales de alguien importante, besos, cantes, bailes, paseos, comidas ricas, abrazos, películas, canciones… Las cosas malas ya vendrán solas; pero las buenas las podéis construir vosotrxs. Yo lo he aprendido en 2013 y lo pienso seguir poniendo en práctica :-)

Café, risas e inglés

No se me ocurre nada mejor para una tarde de martes.

Ayer pasé la tarde con Rubén en el Starfucks Starbucks de Príncipe Pío. Me tomé un Frappuccino de caramelo (que me provocó varios mini-orgasmos ) y me reí mucho con las posibles preguntas que barajamos de cara a la entrevista de Rub con Ken Loach.

Y sobre todo me di cuenta de lo extraño de la amistad. De cómo puedes sentir tan cerca  una persona a la que conoces desde hace apenas un mes y medio. Pensé que se necesitaba más tiempo para poder llegar a considerar a una persona como amigo. Y resulta que, un vez más, estaba equivocada. La amistad es tener confianza, reír, contarse las penas, recibir y dar consejos, escuchar, ser escuchado, hacer nada y no aburrirse, poder hablar de cualquier tema.

Y sí, en mes y medio he tenido todo esto con Rubén. Y me encanta. Y espero que dure muchos años.